Inspirándome en una famosa canción, hoy recojo parte principal de la misma para darle forma al título sobre el cual me siento con ganas de poder trasmitir unas pocas palabras:
“Ser uno mismo en cualquier parte”.
Suena fácil, y lo sería. Lo sería si desde que nacemos nos enseñaran ciertos aspectos de manera diferente a como los hemos aprendido las personas de mi generación.
Porque por nada del mundo, deberíamos sacrificar nuestra verdadera personalidad para agradar a alguien.
Porque en el justo momento en el que decidimos ocultar partes esenciales de nosotros, o mostrar lo que realmente no sentimos, estamos abriendo (sin ser conscientes de ello), una enorme herida relacionada con la falta de estima y aceptación hacia uno mismo.

Escritura nº1

Agradar a ese alguien, no a cualquier precio.
El tener que luchar con fantasmas que nos recuerdan que no somos perfectos, no debería ser suficiente para tener que anularnos como personas.
Porque en el justo momento en el que decidimos no escucharnos, o encorsetarnos en un disfraz imaginario de lo que no somos, estamos (por efecto magnético), atrayendo personas que no sintonizan con nosotros.
Y se producen interferencias.
Y malos entendidos.
Y sensación de vacío.
Y de no ser suficiente.
“Ser uno mismo en cualquier parte”, es una invitación a hacernos la vida un poquito más fácil. Escucharnos como esos eternos compañeros que somos, porque pase lo que pase, siempre estaremos con nosotros mismos.
Suena fácil, y lo es.
Lo es en el momento en el que decidimos soltar lastres, conectar con nuestra esencia, con nuestras ganas, con nuestra verdadera personalidad, con nuestros valores, con nuestros principios, y sobre todas las cosas, con aquello que sentimos ser, y sentimos hacer. Con aceptaciones o rechazos de personas que muchas veces entran, y otras tantas, salen (de nuestra vida).
Créeme.
Lo externo es secundario. Lo interior es esencial, e invisible a los ojos.
Pero perceptible para los sentidos, de aquellos que sí te quieran, así, tal como eres.