Londres, 2010.; Valencia, 2009; Madrid, 20212; París, 2019; Barcelona, 2021.

La omnipotencia de Londres frente a la delicadeza de Valencia. La solera de Madrid, frente a la sutileza de París. Lo cosmopolita de Barcelona, ciudad condal…

Visto está que, el mundo está regido por grandes ciudades (algunas mencionadas previamente) y, como no, por pequeños pueblos. Ciudades legendarias y pueblos sencillos, humildes, honestos… No me olvido de las poblaciones medias en las que confluyen todo tipo de personas, con sus idas y venidas.

Vayamos al grano: ¿Lo común de las cinco anteriormente nombradas?

Resulta bastante evidente mencionar la gran diversidad de personas que embellecen semejantes capitales, pero, yendo un poquito más allá (y siendo siempre mi función la de sumergiros en el apasionante mundo de las cuestiones infinitas), toda ciudad, villa o aldea está poblada por personas.

Hasta aquí, nada nuevo. ¿No?

Personas.

Seres humanos, cada uno con una mochila emocional diferente.

Bagaje de experiencias, de vivencias, de huellas reflejadas en cada uno de los comportamientos que nosotros, los humanos, llevamos a cabo…

Miradas que dicen mucho, que traspasan el alma…

Sentimientos a flor de piel…

Todo ser humano que resida en algún puntito de este nuestro planeta, seguramente sentirá, en algún momento de su preciada vida, sensaciones ensordecedoras, fustigantes, angustiantes, socavantes…

Y bien, ahora sí: ABRO TELÓN

¿Qué hacemos con todo aquello que nos ensombrece?

La psicología es la respuesta.

La psicología: la maravillosa ciencia que estudia la mente humana, pero, como bien me gusta remover conceptos antiguos, que nunca debería olvidar el filtro emocional.

Validar toda emoción o sensación que aparezca en nuestro cuerpo, surgiendo en el momento (posiblemente) menos indicado.

Escucharnos, escuchar nuestro cuerpo. Permitirnos ser.

Siendo ciudadanos de un lugar llamado Mundo.

Así pues, simplemente, fuerza para la psicología en pleno siglo XXI, tras una pandemia mundial que ha arrasado mentes y cuerpos.

Labrar y volver a defender nuestra estabilidad emocional.

Siempre.