Supongo que, en cuestión de ayuda, soporte, o, dicho de cierta manera, como “rescate”, seguramente, te gustaría que te ayudasen de la forma más justa posible, o, si tenemos que usar el tiempo pasado, puedo atreverme a decir: sí, te hubiese gustado (algo sobre lo que ya no es posible reparar).
Quede claro que, el término “justicia” da para mucho, y justo hoy (nunca mejor dicho), no es el día para entrar a debate respecto al concepto.
Bien, en algún momento te habrás sentido perdidx, vacíx, sin objetivo alguno, con una sensación desalentadora, y valga decir que, muy probablemente, habrás pedido ayuda (o no).
Recibir un tipo de ayuda, en tiempos de juicios, víctimas y verdugos resulta bastante arduo, a niveles de laberinto ensamblado y de difícil salida.
Ayudas que vienen disfrazadas de “haz lo que yo digo” (de forma pasivo-agresiva); “es por tu bien”; “esto que dices está mal”; y un largo etcétera.
Miradas críticas, ojos posados y postrados sobre tu cuerpo, postrados y posados de manera evaluativa (ni que de un cadáver post-morten se tratase, cuya sentencia final hubiese que averiguar).
Así, muchas personas han podido llegar a sentirse al iniciar un proceso terapéutico.
Asistir al psicólogo no es una decisión fácil, como para que, alguien totalmente desconocido vierta juicio y crítica sobre ti, persona vulnerable habitante en este incierto mundo llamado caos, (o cierto caos llamado mundo).
Hoy, sin más dilación, vengo y digo que, toda ayuda profesional no vale si, con el fin de avanzar en tu proceso de conocimiento, alguien decida decirte lo que debes hacer, si eres malo por esto o bueno por lo otro.
En autoconocimiento no todo vale.
Vale lo que intentas, lo que sustentas.
Quiero decirte que, no todos procesan ayuda con falta de empatía.
Por tal, animo a que no rindas en tu intento de descubrir lo maravilloso de la psicología, poder ser ayudado, así como te gustaría que te ayudasen…
Feliz decisión