¿Alguna vez te has plantado en la noche del 31 de diciembre y has pensado: “¿en qué momento?”
Sí, el tiempo pasa demasiado rápido, aunque, realmente, no es tanto así, ya que el tiempo (cronológico) es una constante, siempre se reduce a la misma velocidad, en cambio, nosotros, los humanos, por alguna razón, vivimos nuestro día a día como si estuviésemos pisando el pedal de aceleración.
Vivir con prisas, con elevadas cargas de estrés, con preocupaciones, asuntos inconclusos que derivan en episodios un tanto incómodos de ansiedad; chutes de cortisol que parecen no tener fin…Y así, sin darnos cuenta, pasan los días, que, sumando uno más uno más uno trae como resultado un año más.
Estamos constantemente expuestos a ciertos ladrones del tiempo, que, si bien podríamos justificar que se llaman trabajo, obligaciones, responsabilidades, y así, un largo etcétera, realmente, no derivan de lo externo, si no de cómo decidimos afrontar estos pequeños retos diarios. Esos verdaderos ladrones del tiempo se llaman miedo al presente, incertidumbre, preocupaciones, incertezas…
La vida es aquí y ahora. Si realmente supiésemos apretar el botón de “vivo presente en mi día a día, saboreando el agradecimiento y alejándome de la queja continua”, muy probablemente, llegaría el 31 de diciembre y simplemente pensaríamos: “estoy aquí y ahora, celebrando el 31 de diciembre, pero podría celebrar también el 2 de julio, o el 7 de mayo”.
Porque, a decir verdad, la vida es ahora.