El alcohol, el tabaco…
Las drogas ilegales…
Las redes sociales…
Las máquinas tragaperras…
Toda una serie de sustancias, elementos u objetos que algo tienen que genera un enganche (emocional y comportamental), ciertamente, muy brutal.
Una necesidad. Un impulso. Un deseo a satisfacer. Un parche a colocar, en algún espacio difícil de reparar…
Tragar, inhalar, engullir… sin poder soltar.
Vacíos emocionales acompañados de una sobredosis de querer no pensar, de intentar reparar, intentando olvidar…
Nada bueno que esperar.
Poder reparar, desde las heridas, desde lo más oscuro y fosco posible.
Desde el dolor.
Poder expresar todo daño, sin culpar, simplemente, sabiendo canalizar.
Sentimientos, emociones, acciones, pasado, presente, futuro, culebras, sapos, serpientes, fuego, quemazón, ardor…
Nada agradable, a decir verdad, pero, que gran verdad, el poder aceptar que no hay mejor daño a reparar que asistir a terapia y soltar.
Cargas, mochilas, lastres…
Sabiendo que, una adicción, es, simple y llanamente, la punta del iceberg.