El hecho de que nos han vendido una historia de cuento de hadas, en la que el amor romántico prevalecía por encima de cualquier cosa, ha podido generar ciertos prejuicios acerca del amor y las relaciones.
Que los príncipes azules de los mismos cuentos puedan llegar a desteñirse, es un hecho que, más bien (por el hecho que fuese), no ha interesado ni a los creadores de Disney ni de Pixar.
Las relaciones: esa pieza tan clave en la historia de nuestra humanidad que, dando por hecho ciertos puntos (como por ejemplo, los mencionados previamente), nos llevan a dejar de lado aspectos que verdaderamente son de gran envergadura.
- La media naranja, mejor para zumo. (Si por lo que sea estáis en contra de dicho principio tan “básico”, os invito a que os sumerjáis en la serie “The one”, aunque solo bicheéis un par de episodios)
- Una relación de pareja (aunque a priori, suene frío y de contrato de compraventa), es un acuerdo afectivo, en el que dos personas, libremente, deciden comprometerse a crear un espacio común, con sus límites sanos, y, vaya por bandera, con la gran RESPONSABILIDAD AFECTIVA como protagonista.
- ¿El amor eterno? Consideremos eternidad como “no tiempo”. Puede que el amor se acabe, aunque AHORA todo vaya bien. El amor es eterno mientras dura.
- Las relaciones de pareja (convencionales) están conformadas por dos personas (sí, que información más poco novedosa que acabo de redactar), pero, cuidado, con esto quiero decir que ni tu prima Mari, ni tu cuñado Pepe, ni tu padre/madre forma parte de la misma. Ojo al dato.
- Las relaciones de pareja o se cuidan, o se mueren. Simple y claro. Y si puede que empiece a observarse cierta fragilidad, recuerda, previa rotura, reparación, incluso, me aventuro a decir que “si se rompe, se repara” (vaya por delante el acuerdo entre dos).
- Nadie está obligado a querernos. Dejemos que el amor sea libre, que tu compañero/a te elija por sobre todas las cosas, pero, recuerda, antes que tú, está él/ella.
En resumidas cuentas: quién elija quererte, mejor que se quiera mucho y bien, para, de este modo, que dicha estima se traspase y te irradie a ti, que le acompañas en este proceso y camino.