No se trata de un refrán, ni de una frase hecha.

Los vínculos que establecemos en nuestra primera infancia (con nuestras figuras de referencia), definen el adulto que seremos el día de mañana, o, mejor dicho, el día de hoy.

Somos personas, no objetos, por lo que, es bastante lógico (y evidente), que nos apeguemos a las personas (y a las cosas).

Pero, la cuestión no es esa, sino la siguiente…¿Cómo te relacionas con tu entorno?; ¿Qué tipo de relaciones mantienes con tus cercanos?

Si tu padre o tu madre, o tu cuidador principal, te dijo, en algún momento, que él o ella te solucionaban la papeleta en la cual te habías metido, seguramente, habrás crecido con un sinfín de dudas e inseguridades, por el simple hecho de haber visto “los toros desde la barrera”.

Exponerse a las situaciones que dan miedo supone trascender a los temblores del alma. Si tu madre, padre o cuidador, te quiso tanto y tanto, que, con toda su mejor intención quiso protegerte tanto y tanto, probablemente, dicha protección generó en ti el mayor bloqueo: ser un hijo/a sobreprotegido/a, por la presencia de unos padres inseguros.

Si tú, adulto lector, decides seguir la misma cadena, posiblemente, tus hijos, sufrirán unas consecuencias similares: hacer de tus inseguridades su soga en el cuello.

Así pues, poco más que añadir que…

LUCHEMOS POR COMBATIR LOS APEGOS INSEGUROS