Que si la felicidad se consigue a partir de los triunfos externos (y materiales)…
Que sí, queremos ser felices por encima de todo.
Que la felicidad (muchas veces) se compra, en forma de casas inmensas, viajes transoceánicos, marcas caras…
Bla, bla, bla…
Hasta aquí, el concepto (meramente) conocido de lo que se supone es la felicidad.
Pero qué decir que, felicidad es mucho más que algo reducido a lo material, a los logros externos, movidos (obviamente) por motivaciones extrínsecas.
Felicidad son muchas otras cosas.
Llegado el momento, considero relevante destacar que, la felicidad no es igual a la alegría.
Porque la felicidad es algo mucho más similar a la paz.
La tranquilidad.
Calma interior.
Estabilidad emocional (y/o mental).

Incluso, me atrevería (y aventuraría) a enlazarla con el aburrimiento.
Sí, has leído bien, el aburrimiento, porque resulta que, en una sociedad de atracones sociales y mentales, en una sociedad en la que nos queremos rodear siempre de gente (y cuanta más, mejor), en una sociedad de querer más y más, de llenar nuestro tiempo, el simple hecho de estar en silencio, el no hacer nada (que, realmente, supone hacer mucho), en causa origen de creernos alejarnos de esa felicidad alcanzable solo a partir de mucha compañía, mucho dinero, mucha abundancia.
Abundancia que se reduce a la nada, porque, en el silencio de tu casa, y cuando digo casa, me refiero a tu interior (tu hogar), estás solo, contigo mismo, y es ahí, donde realmente, podrás encontrar la felicidad.

Tan simple, y tan complejo.