“Yo soy yo y mis circunstancias” es una frase que habremos escuchado tropecientas veces.

Bien, me tomo la libertad de modificarla: “yo soy yo y mis emociones“, las cuales, se verán teñidas de diferentes matices en función de la circunstancia (claro está).

Pongamos el ejemplo: si haber perdido el autobús es una circunstancia, la misma puede llegar a producir en mí una fuerte sacudida de impotencia, frustración y estrés, porque (lógico y evidente), mi día se deconstruye como piezas de dominó en mitad de una mesa, tablero y juego.

“Yo soy yo y mis emociones”, y me encargo de ellas.

Y me responsabilizo, y las atiendo, y las escucho.

Y reviso que sucede realmente, qué tan importante es el evento que he vivido.

Y aprendo a relativizar.

Y a dar importancia a las cosas que realmente la tienen.

Porque la vida, como lema, es una madeja de hilo revuelta, enrevesada, y muchas veces, desajustada.

En nuestras manos está el poder observar cual es el mayor nudo por deshacer, vigilarlo y como no, desatarlo.

Observar, atender, CAMBIAR.

Cuando un mecanismo o una respuesta bastante repetitiva NO te funciona, recuerda, posiblemente lo que necesitas es obrar un cambio con el fin de obtener los resultados que, si bien no son los perfectos, son los que (por lo menos), te dan paz, estabilidad y equilibrio emocional.

Recuerda: la estabilidad es como el mar. Fuertes temporales y suaves oleajes.