Últimamente, gracias a algo llamado “sentido común” y también llamado “realidad sin filtros”, se está haciendo visible lo importante de la salud física y de su “hermana”, la salud mental.
Que van de la mano es un hecho muchas veces ignorado…
Vivimos en un sistema en el que la sanidad pública está al alcance, en el que pedimos una atención de calidad en cuanto a médicos (digestivos, reumatólogos, neurólogos…), pero en el que, ignoramos cuan importante es la salud mental.
Sobrevivimos sobremedicados, adormecidos en cuanto a la toma de consciencia de que la vida es una, y que ni que ayer fuese 22 del 2 del 22 es un hecho único, puesto que cada momento es irrepetible.
Vivimos el gran vacío de asistencia (pública) en salud mental.
Porque ir al psicólogo es un lujo (siendo el acceso a la salud y al bienestar algo básico, de primero de derechos humanos).
Y en toda esta vorágine, en estos sinsentidos del sistema global, en este mismo momento, somos muchos los profesionales de la salud mental que pasamos procesos de difícil gestión.
- Porque somos humanos, y no superhéroes
- Porque también llevamos nuestra mochila (emocional)
- Porque, sin querer (a veces), se nos exija que demos más de la cuenta (¿y qué importa nuestro bienestar?
- Porque debemos dar de nosotros, si cabe, extra consulta…
Pues bien, invitando a la reflexión tras las verdades (o no) anteriores, los psicólogos somos personas, VULNERABLES y fuertes (a la par).
Que dejamos de lado nuestras oscuridades para intentar dar luz.
Porque damos tanta luz que muchas veces, sin querer, nos apagamos nosotros.
Y en este punto, ¿quién ayuda a quiénes ayudamos?
Vivir en plenitud lo que nos queda (que esperemos sea mucho), debería no ser un lujo, sino algo tan básico como que dormir es el primer paso para mantenernos activos, aún valiendo la posible incoherencia de la afirmación anterior.
Y con todo ello, feliz miércoles Reflexivo.