…siendo el fuego las emociones desagradables.

(Antes de empezar, dejar claro que, esta frase debe ser entendida como una metáfora).

Hoy, rindo homenaje a todas esas personas que, gracias a un proceso de autoconocimiento emocional, son capaces de acercarse a sus emociones (las más desagradables), sin por ello tener que quemarse.

Supongo entenderás a que me refiero, si no es el caso, vayamos al claro ejemplo:

Julián está todo el día quejándose de la “mala suerte” que siempre le ronda, ya que, todo, absolutamente todo lo que le pasa lo cataloga como negativo. Pura actitud victimista (sin él saberlo).

La queja le lleva a que sus relaciones personales se vean deterioradas, incluso, en momentos de susceptibilidad responde de manera desorbitada, y desproporcionada.

Sin ser consciente, es víctima (no de las circunstancias), sino más bien de él mismo, puesto que dada la negatividad con la que cataloga cada suceso que le pasa, acaba boicoteando cada momento.

Estar en bucle constante no hace más que empeorar la cascada de pensamientos negativos que residen en él.

Pues bien, Julián no es capaz de “observar” el fuego (sus emociones) sin la necesidad y el deseo (inconsciente) de quemarse.

Se quema de tal manera que ello supone un impedimento para que las personas puedan observar el Julián real, el que no ha sido sometido a toda una serie de juicios mentales (autoconstruidos).

Bien, leído el ejemplo anterior, puedes comprobar lo importante que es poder observar las emociones que sentimos, entenderlas y, como no, gestionarlas con el fin de que no nos sacudan, ni nos invadan ni nos limiten.

Poder sentir la rabia sin el insano juicio que (casi) siempre va detrás, sin la necesidad incontrolable de descargar todo el arsenal de términos impropios y actitudes desafiantes hacia el mundo… pero, sobre todo (y lo más triste), hacia uno mismo.

Porque como dice la frase:

“Enfadarse con alguien es como tomarse (uno mismo) un frasco de veneno, y esperar que el otro se muera”.

Feliz reflexión